La obra

La obra del escultor

 

vocación

De su obra diría el escritor y Académico de la Real Academia de la Lengua Española y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela: “Eduardo R. Osorio ha sabido casar la vocación con la aptitud, la adivinación con la sabiduría, y su arte proclama la evidencia del espíritu latiendo al unísono del pulso de la sangre, de la voz del corazón. Con estas mínimas palabras saludo la huella del arte de este creador cuya sensibilidad se encierra en cada una de sus obras”.

Muller sentada

Muller Sentada (terracota)

Museo Provincial de Lugo.

Muller sentada

Según el Historiador del Arte, Alberto González Majada, “la obra de Eduardo Osorio vive porque crece incesablemente contenida hacia lo profundo; los volúmenes convergen, dialogan en recónditos adentros, se expanden hacia la luz de su núcleo, inalcanzable por ser el demiurgo de su inconfundible mística. Las esculturas no salen del bloque, se sienten dentro del mismo y le contagian, desde su centro interior, su forma verdadera. Simultáneamente, se recogen en ademán y gesto de internarse y retorna a la materia que las contiene, conocedoras del lugar en que habita su misma alma. Precisamente por ello se percibe siempre viva, pues su vibración constante, como los tambores que retumban desde la noche de los tiempos, se transmite transferida a la textura, a los surcos de la epidermis de un ser latente provecto, como los caminos que el tiempo ha ido grabado, y que prevalecen indelebles, pues la senda de la vanguardia más perdurable no bebe de las fuentes del Leteo”.

Su obra se nutre de una concentración expresiva a través de la talla directa, la tradición y hasta del primitivismo, que se conjugan en un lenguaje sofisticado y vanguardista, que no participa de su habitual frialdad. Incluso cuando se manifiesta en acabados sintéticos de gran Modernismo, su lograda belleza, nunca pierde de vista el horizonte de la humildad, del mismo modo que su introspección tiene más cualidad de entrañable que de hermético.

Siendo uno de los grandes y pocos artífices de lo que fuera el denominado “Renacimiento de la escultura española del siglo XX” en la que participasen también Paco Durrio, Manolo Hugué o Pancho Lasso, artistas que se desmarcaron de la retórica anterior, de lo grandilocuente y lo minucioso, su interés artístico también enaltece lo esencial, sin que este afán sea nunca sinonimia de simplismo. Valiéndose de las armas plásticas del Impresionismo y el Expresionismo, deja sentir, tanto en cada pieza como en el conjunto de toda su producción, el carácter de lo ibérico y el alma gallega.